"¡Todos los que han construido esto están muertos, ni uno vive”, prácticamente grita Juan de Dios Monrroy Huanca, el primer cuidador del Museo de la Revolución Nacional, concebido como un mausoleo en honor a los caídos y mártires del 9 de abril de 1952. El hombre, de más de 80 años, ha perdido el sentido del oído, apenas logra escuchar con la ayuda de un audífono puesto en su oído izquierdo. Por eso eleva la voz cuando habla y se queja de que "ya casi” no recuerda nada.
Juan de Dios custodió el museo por más de 40 años. Está retirado, pero cada viernes, a las nueve de la mañana, en punto, regresa a la plaza Villarroel de Miraflores, donde está el museo, para dejar flores a los pies de la urna que guarda los restos mortales del expresidente militar Juan José Torres (1970 - 1971).
El hombre no sólo fue el custodió del Museo de la Revolución, sino que, junto a otros albañiles, ayudó a construirlo cuando tenía 16 años.
"Éramos más de 15 hombres que comenzamos a construir esto. Estaban Juan Nina, un Cornejo y un Mamani, ya no me acuerdo de más nombres. A mí me trajeron de la calle (Yungas), junto a los otro albañiles. Con piedra comanche hemos hecho todo esto. Aquí hay piedras bien grandes que teníamos que levantar entre cuatro hombres”, cuenta.
Juan de Dios habla de 1957, cuando se comenzó a construir el monumento, que entonces había sido pensado como un mausoleo. La orden para construirlo había sido emitida a través de un decreto del 21 de julio de 1952 -algo más de tres meses del triunfo de la Revolución del 9 de abril- por el presidente de entonces, Víctor Paz Estenssoro. El lugar elegido fue el final de la avenida Busch, parte del naciente barrio de Miraflores, diseñado por el arquitecto Emilio Villanueva.
De acuerdo a información de la Unidad de Museos Municipal de La Paz, para el diseño y la construcción del mausoleo Víctor Paz convocó a un concurso que fue ganado por el escultor y arquitecto Hugo Almaraz, quien, junto a su equipo encaró toda la obra desde 1957.
Los trabajos se extendieron por siete años, hasta 1964, cuando el 23 de agosto el mausoleo fue inaugurado por el propio Víctor Paz, que ejercía su tercer mandato.
El proyecto de Almaraz se concretó en la construcción de una pirámide simétrica de piedra comanche con escalinatas centrales, delante y detrás del monumento. Contempló dos niveles: una superior y otro subterráneo y en su fachada lucía decoraciones labradas en piedra en forma de cabezas de pumas.
En el interior del mausoleo, como homenaje a la Revolución Nacional, dos renombrados muralistas bolivianos plasmaron su arte en más de 500 metros cuadrados: Miguel Alandia Pantoja y Wálter Solón Romero.
Ambos, en diferentes obras, representaron el triunfo del pueblo en la revolución y las tres medidas que se asumieron con ésta: la reforma agraria, la reforma educativa, la nacionalización de las minas y el voto universal.
Tomado por los militares
A los cuatro meses de su inauguración, en noviembre de 1964, el mausoleo fue cerrado porque el país cayó bajo un golpe de Estado militar dirigido por el vicepresidente de Víctor Paz, René Barrientos. "Aquí se quedaron los militares. Entraron y se quedaron muchos años”, recuerda Juan de Dios, que entonces ya era cuidador del monumento.
Es que el mausoleo estuvo bajo el control de las Fuerzas Armadas y se mantuvo cerrado hasta 1994, cuando el oficial de Cultura de la Alcaldía de La Paz de entonces, Carlos Cordero, realizó gestiones para que el espacio fuera transferido a la municipalidad.
"Conocí el mausoleo en 1992, más o menos. Era un lugar completamente abandonado, pero me sorprendieron sus murales. Descubrí que ahí estaba enterrado un expresidente: Juan José Torres, desde 1983”, recuerda Cordero.
En 1994, cuando Cordero ocupaba el cargo de Oficial de Cultura de la Alcaldía de La Paz, apoyado en la Ley de Participación Popular, realizó las gestiones para que el monumento pasara a tuición del municipio y fuera convertido en Patrimonio Histórico y Cultural de la ciudad de La Paz.
"Tuvimos conflictos con las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Defensa porque no querían entregar el monumento. Había estado en sus manos 30 años, convertido en depósito. Realizamos un proceso judicial para que se cumpliera la ley”, señala Cordero.
"Tuvimos que tomar el museo, entrar a la fuerza y declararlo patrimonio”, añade.
Cuando el mausoleo pasó a manos de la comuna se convirtió en el Museo de la Revolución Nacional, un espacio cultural donde se realizan actividades pedagógicas.
"Durante todo el año el museo presenta exposiciones de fotografías y documentos que muestran cómo fue la Revolución Nacional, quiénes fueron sus protagonistas, y mostramos el patrimonio cultural que tenemos acá, dentro”, señala Álvaro Cazu, actual encargado del museo.
Un expresidente y un obrero
El Museo de la Revolución Nacional, que se encuentra en la plaza Villarroel de la zona de Miraflores, alberga los restos mortales de dos personalidades bolivianas: del expresidente Juan José Torres (1970 - 1971) y Juan Lechín Oquendo, uno de los líderes sindicales más importantes de Bolivia.
Los restos de ambos se encuentran en urnas ubicadas en el subsuelo del museo, forrado en marmol. En el lugar también se observan otras dos urnas en las que se lee los nombres de dos expresidentes de Bolivia: Germán Busch (1938- 1939) y Gualberto Villarroel (1943 - 1946). "Las urnas de Busch y Villarroel son simbólicas porque sus restos mortales no están en el museo”, aclara Carlos Cordero, exoficial de Cultura de la Alcaldía de La Paz.
Junto a estas urnas se observan fotos y documentos que cada tiempo son cambiadas, de acuerdo a la temática de las exposiciones que se presentan en el Museo de la Revolución Nacional para toda la población.
El museo está abierto de martes a viernes, de 9:00 a 12:30 y de 14:30 a 19:00; sábado y domingo de 9:00 a 13:00.
Detrás del teleférico
Con las obras de la empresa de transporte por cable Mi Teleférico, que instalará una de sus estaciones en medio de la plaza Villarroel, donde se encuentra el Museo de la Revolución, el monumento ha quedado en medio de un cerco de calaminas que impiden su vista desde la avenida Busch de Miraflores.
Gonzalo Meneses, vecino del lugar, protesta por las obras. "Es una gran falta de respeto lo que han hecho a nuestra historia. Ese monumento es el símbolo de la Revolución de 1952, de la revolución del pueblo”, dice.
El encargado del museo, Álvaro Cazu, prefiere ver los trabajos de Mi Teleférico con optimismo. "La estación nos traerá más visitantes”, confía.
Carlos Cordero, quien logró que el monumento fuera declarado museo, considera que en el lugar se podría establecer un espacio cultural más amplio para atraer a los usuarios del teleférico.
Mientras, los funcionarios de la Alcaldía de La Paz a cargo del museo preparan, para el 8 de abril, el inicio de una exposición de fotografías de los carabineros que participaron en la Revolución del 9 de abril de 1952.
"Este 9 de abril se cumple un año más del triunfo de la revolución”, señala Cazu.
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