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Monday, February 22, 2016
Un museo para beberse Bolivia
Un anuncio de luz fluorescente con forma de botella rompe el panorama de las casas coloniales y del escaso tráfico vehicular de la calle Linares, la zona de La Paz preferida por los turistas extranjeros. Se trata de Bolivian Drink Museum o Museo del Licor Boliviano, un espacio donde se aprende sobre la historia de las bebidas alcohólicas, tradiciones como la ch’alla y el “ferrocarril”, además de la degustación de tragos hechos en el país.
No se trata de un boliche tradicional. La prueba es que Adrian Normand se mira en el espejo para ver cómo le queda el poncho verde de bayeta y un lluch’u multicolor. Él proviene de Francia y viajará en unas semanas a Ecuador y Colombia, así que aprovecha el tiempo para recorrer, junto a su novia boliviana Cinthia Sunover, más lugares interesantes de la sede de gobierno. Es por esa razón que llegó a este repositorio de tragos bolivianos.
“Me gusta porque es diferente a otros lugares”, asegura Adrian. Tiene razón, al ser éste un local que mezcla información, actividades lúdicas y bebidas. La idea del boliche surgió con Jenny Apaza, una licenciada en Turismo, quien vio la necesidad de ofrecer una alternativa original, nativa y con datos de las tradiciones del país, además de darse cuenta de que los locales de las calles Sagárnaga, Linares y Murillo, principalmente, tienen pocas propuestas en cuanto a bebidas nacionales. “Lo que les ofrecen son tragos que los turistas pueden encontrar tranquilamente en sus países, no les dan una alternativa local”.
Después de bajar las gradas que llevan al sótano de la casa colonial que alberga el museo, el visitante se topa con un callejón hecho de paneles informativos, donde comienza una explicación sobre las bebidas alcohólicas. Para ello, con el fin de que el invitado se sienta cómodo, lo primero que se observa es un cuadro con más de 80 tragos característicos de todo el mundo, para que el turista extranjero reconozca el que pertenece a su región, ya sea vino, pisco o cerveza.
Después de este preámbulo, Jenny, la anfitriona, inicia un relato sobre los beberajes en el continente americano, cuyo consumo —cuenta— empezó antes de la colonización y que fueron prohibidos porque estaban íntimamente ligados a ritos religiosos, lo que complicaba la instauración de la religión Católica.
“Los sacerdotes hacían rituales para comunicarse con sus ancestros y bebían un poco de chicha, aunque la llamaban sora, porque era más fuerte y espumosa, parecida a una cerveza”, explica, mientras señala cuadros ilustrados del libro Nueva crónica y buen gobierno, de Guamán Poma de Ayala.
La descripción pone énfasis en las costumbres y tradiciones prehispánicas, que con el transcurso de los años se fueron modificando a través del mestizaje para expresarse en nuevas costumbres. A partir de ello se describe quiénes son los prestes (quién se encarga de organizar una fiesta en honor de algún santo o Virgen), el compadrazgo (una manera de demostrar confianza entre dos personas), el ayni (la ayuda recíproca) y la rutucha (el corte de cabello de un niño recién bautizado, para lo cual se deja un monto de dinero), además de referencias del “aro aro” (cuando en una fiesta se detiene la música para que el agasajado brinde con todos); el “cruzadito” (los amigos entrelazan sus brazos para tomar un vaso de licor), o el “seco mojado” (que consiste en hacer una pitada con el cigarrillo por cada uno de los integrantes de la mesa sin dejar salir el humo, para luego beber un vaso lleno de líquido y recién sacar la fumarada).
El recorrido de aproximadamente 20 minutos concluye con una descripción de las danzas folklóricas y las principales fiestas en el país, como el Carnaval de Oruro y el de Santa Cruz, o el Gran Poder paceño, luego de lo cual se llega a una mesa donde están apilados instrumentos musicales nativos y diversas vestimentas.
Adrian y Cinthia están entusiasmados en este rincón. El francés elige un poncho de bayeta verde y un lluch’u para vestirse, mientras que la boliviana toma un sombrero de chola paceña para sacarse una selfi con su novio y testimoniar esta experiencia en el museo. Según Jenny, esta iniciativa surgió de las fiestas temáticas que suelen organizar algunas agencias para turistas “mochileros”, aunque nunca se había empleado la vestimenta del país.
Obviamente, la ruta culmina en una mesa con adornos típicos, donde el visitante puede pedir algunos de los más de 30 licores que ofrece el repositorio, entre vinos, singanis, cervezas y tragos exclusivamente bolivianos, provenientes de varias regiones del país, como Supay Picante, La República Andina, Ch’ama, Vodka 1825, ajenjo, té con té o chicha.
Entre las variaciones del consumo de estos beberajes, los visitantes, principalmente los que llegan del exterior, practican el “aro aro”, el “cruzadito” y la ch’alla a la Pachamama, además de los “ferrocarriles”, que consiste en servir tres tipos de licor diferentes para que el invitado los beba uno tras otro. Para quienes prefieran no mezclar los tragos existe la cata de bebidas específicas, es decir, solo singanis, vinos o cerveza, según el gusto del cliente.
La visita es distinta a la de otro repositorio, pues incluye música nacional como fondo, presentaciones de la Escuela de Danza y Artes Escénicas Bolivia Artística, historias y leyendas con bebidas nacionales, que transforman este lugar silencioso y colonial de la calle Linares en un inmemorial museo de los licores bolivianos.
Supay Picante
Desde ya, la presentación de la botella infunde algo de miedo y curiosidad, con la máscara roja de un diablo sobre una litografía del Cerro Rico de Potosí del siglo XVI, que se combinan con el amarillo verduzco de la bebida. Supay Picante es un aguardiente de locoto creado en La Paz, que se caracteriza por ser sutil, pero sin perder el picante, con toques del ácido del limón y los dulces del anís y la canela. Este licor se lo puede disfrutar en un trago bautizado como China Supay.
Cerveza de coca Ch’ama
Una de las bebidas más buscadas por los turistas, especialmente extranjeros, es la cerveza artesanal Ch’ama —del aymara, que significa fuerza, hecha a base de hojas de coca maceradas—, debido a que es una agradable alternativa para combatir los efectos de los 3.600 msnm de la sede de gobierno.
Elaborado por la empresa nacional Vico’s, con sede en la ciudad de Sucre, esta bebida es otra de las alternativas que propone el Museo del Licor Boliviano.
Vodka 1825
Elaborado a más de 4.000 msnm, con agua de la cordillera de Los Andes y trigo de la Amazonía, esta bebida se diferencia de las demás que existen en el mercado por el cuidado de su preparación, que se realiza en una destiladora de cobre, metal con la que se elaboran los mejores licores del orbe. Otro atractivo de Vodka 1825 es su presentación, con una corona que hace alusión al dios Inti (Sol) y también al plumaje que se utiliza en el oriente boliviano.
Gin La República Andina
La República Andina es una ginebra muy aromática y perfumada, resultado de la combinación de hierbas y frutas frescas, como el anís, canela, jengibre, q’oa, cilantro, huacataya, locoto, quirquiña, naranja, limón, tumbo y chirimoya. Al probarlo se siente un sutil sabor a hierbas y cítricos con recuerdos picantes y sensación a fruta madura. Según Master Blend, su creador, con su nombre se quiere denotar su independencia e identificarse como un producto hecho en el país.
Especialidades de la casa
• Illimani
• China Supay
• Con el Tío
• Pajpaku
• Miski
• Quesintu Umantu
• Imilla
• Llokalla
• Cholero
• Senda Madidi
Antes de tomar un licor...
El licor es una bebida alcohólica dulce, a menudo con sabor a frutas, hierbas o especias, y en algunas ocasiones con sabor a crema.
La producción de licores data de tiempos antiguos. Los documentos se lo atribuyen a la época de Hipócrates, quien decía que los ancianos destilaban hierbas y plantas por su propiedad para curar enfermedades o como tonificantes. Esto en parte era cierto, dado que, hoy en día, es reconocido que el kümmel o la menta ayudan a la digestión (por estos factores, los licores son asociados a la medicina antigua y a la astrología medieval).
Fueron también conocidos como elíxires, aceites y bálsamos. En la Edad Media eran preparados por físicos, alquimistas y monjes como remedios medicinales, pociones amorosas, afrodisiacos y para curar problemas (la realidad era que no se detectaba su alto contenido alcohólico, que permitía lograr propósitos poco habituales).
Entre la extensa variedad de licores hay algunos que tienen mayor preferencia del público, entre los que están el brandy, el anís y el aguardiente. El brandy proviene de Holanda. Al parecer, un químico de ese país que residía en la ciudad de Cognac, durante el siglo XVI, tuvo la idea de darle un nuevo nombre y forma al vino quemado, reduciendo sus volúmenes para que tuviera más alcohol, ahorrando en materias primas y distribución. Y lo llamó brandewinj. Los ingleses hicieron el resto, al apodarlo directamente brandy.
El licor de anís tiene sus primeras referencias en el imperio de Carlomagno. Incluso, en sus campos mandó a plantar anís para disfrutar de su preparación.
Otro famoso emperador es la primera referencia para el aguardiente. Se trata del rey de Macedonia, Alejandro Magno, quien permitió que se abrieran los caminos de exportación entre Cercano Oriente, el norte de África y también partes de Europa. Por esa razón llegó a Europa, ya que los inventores de este trago habían sido los árabes, que comenzaron destilando vino.
Algunos repositorios en el orbe
En el mundo abundan los lugares donde se presenta lo mejor de los licores locales e internacionales. En la ciudad de Chungju, en Corea del Sur, por ejemplo, se encuentra el Liquorium, el primer museo del licor del orbe, donde se recoge todo lo relacionado con las bebidas alcohólicas, desde la historia de los licores destilados y los sucesos en los que estas bebidas tuvieron una función muy importante, como la alquimia en Oriente Medio. El director de este repositorio es Park Yeong-Hwan, quien comenzó cuando adquirió algunos artículos curiosos y luego se convirtió en un coleccionista de más de 5.000 objetos relacionados con el alcohol que ahora los muestra a todo el público.
En Europa, uno de los más interesantes y recomendados es el Museo de la Asociación de Cerveceros Belgas, donde se recorre un tour por el edificio de la cervecería del siglo XVIII, además de ver los antiguos artefactos que servían para preparar la bebida espirituosa.
La Heineken Experience, ubicada en Ámsterdam (Holanda), es uno los repositorios cerveceros más importantes del continente europeo. Se trata de una visita a las instalaciones de la marca, con un recorrido por las diferentes plantas del edificio, muestras audiovisuales, salas interactivas y degustación de la cerveza.
La ciudad de México tiene como uno de sus atractivos el Museo de la Cerveza, donde se hacen recorridos por la historia de las cantinas del centro histórico.
En una de las paredes del recinto se encuentra una pintura que muestra la primera cervecería creada en la capital y en América Latina, que se remonta a 1544.
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